No sólo los adultos, también los niños están sufriendo este mal
endémico de las sociedades desarrolladas y que los expertos llaman
estrés. El ritmo de vida y un exceso de actividades extraescolares
contribuyen a que los más pequeños lo padezca.
Ya falta poco para que los niños terminen la escuela
y empiecen vacaciones. Padres y madres coinciden en señalar que sus
hijos están cansados y parecen estresados por la cantidad de trabajos y
exámenes realizados durante el curso escolar. Y para compensar tanto
esfuerzo y desgaste de sus hijos, algunos progenitores
explican orgullosos todas las actividades que realizarán durante las
vacaciones para que disfruten del tiempo de ocio:
refuerzo de algunas materias (que si matemáticas o lecturas de libros),
idiomas, hípica, deportes acuáticos y un largo etcétera según
preferencias y disponibilidades. Casi todas las vacaciones de los niños
ya están programadas. Lógico, hay que combinarlas con el trabajo y otras
circunstancias, como en el caso de los hijos de padres separados. No es
fácil para los padres y puede resultar estresante. Pero tampoco es
fácil para los hijos y también les puede estresar todas estas
situaciones, como constatan los expertos. No sólo ahora en vacaciones,
sino también durante el curso escolar. El estrés no sólo afecta a los
adultos.
Se está produciendo un preocupante aumento del estrés entre los más
pequeños. “En los últimos años he notado en la consulta que hay un
incremento del estrés de los niños”, afirma Natalia Ortega, psicóloga
infantil, socia fundadora de Activa Psicología y Formación, en Madrid. Y
según la Sociedad Española de Estudios de Ansiedad y Estrés, las cifras se acercan al 8% de la población infantil y al 20% de los adolescentes.
Antonio Muñoz Hoyos, catedrático del departamento de pediatría de la
Universidad de Granada y presidente del XX Congreso español de pediatría
social titulado “Problemas emergentes en pediatría social” –que se
celebrará el próximo mes de octubre–, señala que actualmente hay una
tendencia a “cargar el 100% del tiempo del niño con actividades o se
intenta sobredimensionar una faceta determinada por encima de la
apetencia del niño a disponer de su tiempo de ocio, lo que puede
provocarle estrés y sensación de agobio”. Rosa Jové, psicopediatra,
especializada en antropología de la crianza, miembro fundador del grupo
de psicólogos en emergencias y catástrofes de Catalunya, miembro
permanente del Observatorio de los Derechos de la Infancia de la
Generalitat de Catalunya y autora de, entre otros libros, Ni rabietas ni conflictos
(Ed. La esfera de los libros), va un poco más lejos y afirma que
incluso se ponen demasiados deberes escolares para casa. “Hay una idea
equivocada sobre los deberes escolares. Atentan contra el tiempo de ocio
que pueden disfrutar nuestros hijos y muchas veces es una inversión de
tiempo que no sirve para nada. Hay que replantear qué se hace, por qué y
sobre todo si hay que hacerlo”. Biel Pujol, vocal de psicología
educativa del Col.legi Oficial de Psicòlegs de les Illes Balears,
resalta que los niños entre doce y catorce años “son los más proclives a
sufrir estrés infantil”. Pero tampoco se salvan los más pequeños.
Natalia Ortega destaca que incluso los niños de seis años ya llevan una
sobrecarga de tareas que los lleva hacia el estrés. “Los niños mismo
afirman que están muy cansados”, asegura la psicóloga.
Y no tiene nada que ver los recursos que tiene un adulto en contraste
con un niño para manejar el estrés. Un adulto puede ser consciente de
este estrés y tomar medidas, como hacer una respiración profunda, pasear
por la playa, llamar a los amigos y un largo etcétera. Obviamente un
niño pequeño no es capaz de hacer todo esto. No puede gestionar el
exceso de estrés, así que su cerebro infantil se inunda de hormonas
relacionadas con el estrés, como el cortisol, la vasopresina y otros, lo
que puede dificultar el aprendizaje y el control de la agresividad. El
cortisol cumple muchas funciones, libera energía, retrasa el
crecimiento, inhibe las hormonas reproductoras y afecta a muchos
aspectos del cerebro, sobre todo la emoción y la memoria. Para afrontar
el estrés el cerebro del niño consume la glucosa que podría emplear para
las funciones cognitivas tempranas. Con la exposición precoz al estrés
se incrementa el número de receptores para los componentes químicos de
alerta. Esto aumenta la reactividad y la presión sanguínea… ¿Cómo se
traduce esto en el comportamiento del niño? Será más impulsivo y
agresivo, es una respuesta impulsiva, aunque los expertos también
señalan que puede producirse otro tipo de reacciones: pueden tener una
respuesta dependiente (falta de autoconfianza, dificultad para aceptar
las críticas, pobre asertividad, poca participación en actividades),
respuesta reprimida (mucha sensibilidad, fácilmente se molestan o se les
hieren sus sentimientos, temerosos ante nuevas situaciones, poca
confianza en sí mismos, preocupados innecesariamente), respuesta
pasivo-agresiva (frecuentemente son niños de bajo rendimiento académico,
tienden a postergar sus deberes, poco cooperativos, despistados). En
cualquier caso, la reacción de los niños al estrés depende de diversos
factores, pero no se puede establecer una relación entre estos y su
respuesta porque todo depende de cada persona.

En relación con las reacciones visibles que pueden hacer suponer que
se está delante de un niño estresado los síntomas pueden ser: se
muestran especialmente temerosos, están muy sensibles y con poca
confianza en sí mismos, se muestran preocupados constantemente, no
quieren estar solos, están tristes y ansiosos, se muestran indiferentes,
postergan sus deberes, el rendimiento escolar baja, se los ve
despistados, se comportan de forma desafiante, lloran sin razón
aparente, les sudan las palmas de las manos, les duele la cabeza y el
estómago, no tienen hambre o se muestran hipervigilantes ante
situaciones que otros niños de su edad hubieran afrontado de forma
tranquila. Biel Pujol explica que el estrés infantil se refleja, por
ejemplo, “en la imposibilidad de hacer los deberes y la falta de ganas
de acudir al centro escolar por parte del niño, además de cambios de
humor significativos y respuestas desmedidas ante los hechos que ocurren
a su alrededor”. Natalia Ortega también señala que si el perfil del
niño es más bien introvertido “puede tener menos habilidades sociales, y
esto significa que ante una situación nueva, le produce una respuesta
estresante”.
Las consecuencias del estrés infantil no solamente son psicológicas,
sino que pueden llegar a afectar a todo el organismo. Seth Pollak,
profesor de psicología, antropología, pediatría y psiquiatría de la
Universidad de Wisconsin-Madison, y director del laboratorio de
investigación sobre la emocionalidad infantil, dirigió una investigación
publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences
a principios del año 2009, donde concluye que el estrés durante la
infancia puede tener consecuencias duraderas en la salud de los niños
llegando a afectar el sistema inmunológico. En dicho estudio se comparó
situaciones muy extremas. Se evaluó la fortaleza del sistema
inmunológico de un grupo de adolescentes maltratados en su niñez
comparándolo con otro grupo que no había sufrido un estrés inusual. Los
investigadores descubrieron que los maltratados tenían los niveles de
los anticuerpos significativamente altos, los relacionados con un virus
muy común en la población: el herpes simple de tipo I (VHS-1). El
director de la investigación concluyó que, a pesar de que el entorno de
los niños había cambiado, “psicológicamente siguen teniendo estrés. Esto
puede afectar al aprendizaje y a su comportamiento. Y como el sistema
inmunológico está comprometido también repercute en la salud de los
niños”.
¿Qué hacer entonces para intentar evitar esa tendencia hacia el
estrés? Una de las claves es el afecto. Según Biel Pujol, “para los
niños es sumamente importante el aspecto afectivo, necesitan sentirse
queridos y estimulados, algo que, a menudo no ocurre con los niños que
presentan una agenda de actividades extraescolares sobrecargada”.
Tampoco se trata de competir en ver quien gana el concurso de pasar más
horas con el hijo, “sino que ese tiempo sea de calidad”. Rosa Jové,
explica que si esto lo supieran muchos padres, “se ahorrarían el dinero
de programas de estimulación y cogerían más en brazos a su hijo.
Pareciera como si los padres pretendieran hacer de sus hijos una obra
que enseñar al mundo, sin tener en cuenta lo que los niños quieren ser.
La causa de esa presión es el deseo de muchos padres de que su hijo sea
perfecto”. En este sentido Antonio Muñoz Hoyos recuerda “el frecuente
error que se comete al someter al niño a una serie de actividades porque
son satisfactorias para el padre (como un rígido entrenamiento
deportivo)”.
Rosa Jové explica que las horas que un niño puede dedicar al día a
las actividades extraescolares deberían ir en función del tiempo libre
que tiene realmente: un niño que sale a las cinco del colegio, que tiene
una hora de trayecto en el autobús escolar hasta que llega a casa, que
después merienda y que debe hacer los deberes, casi no tendría que hacer
nada más, puesto que apenas dispone de tiempo libre antes de acostarse.
“En cambio, un niño que sale a las cinco y que a los quince minutos ya
ha merendado y apenas le mandan deberes en el colegio puede ocupar
alguna hora por la tarde en alguna actividad que le guste. Los niños
necesitan jugar y distraerse”. Y el juego reduce el estrés.
Gerald Hüher, director del Centro de Investigaciones de Medicina
Preventiva y Neurobiología de Gotinga y Mannheim Heidelberg, asegura que
los niños nacen con un cerebro muy potente y que no hay nada como
estimularlo a través del juego. Además, Rosa Jové explica que hay
estudios que analizan la capacidad que tiene el juego creativo de
disminuir el estrés del niño. En un artículo publicado en el Journal Child Psychology,
en 1984, se analizó a niños de entre 3 y 4 años en su primer día de
guardería. A la llegada se les medía el nivel de estrés mediante la
observación y con algunas pruebas objetivas. Se les dividió en varios
grupos y se probaron distintas estrategias para afrontar los primeros
minutos en la guardería separados de sus madres; de esta manera, a uno
de los grupos se le sentó en clase con la maestra y se le contó un
cuento, y al otro grupo se le permitió el mismo tiempo de juego
creativo, en solitario o en parejas. Transcurridos quince minutos, se
volvió a valorar la cantidad de estrés que presentaban. La gran mayoría
de niños había disminuido en ansiedad y en estrés, si bien los que
habían estado en el grupo del juego libre lo habían hecho en más del
doble que los del otro grupo. “Estos datos apuntan a que el juego
permite fantasear e incluso integrar situaciones extrañas o difíciles,
lo que nos ayuda a afrontarlas con más garantías. Ya sabemos cómo el
estrés en los niños, y en los adultos, favorece la aparición de
problemas de convivencia. Si quiere menos problemas, déjeles jugar”.
Ante todo eso, ¿cómo afrontar este verano? ¿No hay que hacer deberes
ni actividades extraescolares? Rosa Jové comparte una anécdota personal.
“Cuando mi hijo mayor tenía unos 8 años (en tercero), su profesora
mandó unos cuadernitos de deberes para el verano. Como era amiga mía fui
a hablar con ella y le pregunté por qué mi hijo debía hacer deberes en
verano si había superado todas las materias. ‘Es para que no pierdan el
hábito de trabajo; con una horita al día tienen bastante’, me contestó.
‘¡Ah, claro, –le respondí–. Tienes razón. ¿Y vendrás a mi casa o te lo
llevo yo a la tuya? Es que no me gustaría que perdieras tu hábito de
trabajo en vacaciones, ya sabes que cuando los maestros volvéis en
septiembre estáis un poco despistados’. Sonrió y me dijo: ‘Vale, que no
haga los deberes’. Pienso que hacer los deberes es una costumbre que
arrastramos de épocas anteriores y que aplicamos sin más. ¿Es verdad que
hacer trabajar a un niño en casa, fuera de horario escolar, le va a
hacer un adulto responsable? Permítame dudarlo. Hay una cosa que yo
valoro mucho en las personas, que es su capacidad para poner atención en
lo que están haciendo. O lo que es lo mismo, su capacidad para
desconectar. Me gusta estar con gente que cuando trabaja va al grano y
que cuando descansa disfruta de su tiempo libre y no está pensando en el
trabajo”.
Si bien es cierto que la sobresaturación puede desembocar en una
tendencia hacia el estrés tampoco hay que olvidar, como quiere recordar
Antonio Muñoz Hoyos, que cualquier “clase extra puede suponer un buen
estímulo; no debemos olvidar que el espíritu de superación y el esfuerzo
forman parte del aprendizaje”. Una de las claves para evitar los
efectos negativos del estrés es que las propuestas deben ser deseadas
por el niño, da igual si son actividades intelectuales o físicas, “todas
las actividades son, a priori, interesantes y a su vez todas pueden
estar de más. La clave para elegir entre apuntar a nuestros hijos a una
actividad extraescolar y qué tipo de actividad escoger para ellos
radicaría en un buen conocimiento de las características del niño, de
sus capacidades y sus preferencias, cómo lleva su rendimiento académico y
otros aspectos relacionados con su desarrollo integral. Cuando se han
analizado mínimamente estas facetas, se puede estar en condiciones de
poder ampliar o reducir actividades, y cuáles pueden ser más o menos
recomendables”.
Natalia Ortega señala que no hay que olvidar que la actitud de los
padres también es fundamental, pues muchas veces “son los propios padres
los que producen estrés a los niños porque están nerviosos y con
prisas. Cuando se prepare el baño y la cena, mejor hacerlo
tranquilamente. Los niños se empaparán de esa tranquilidad”. Y visto la
crisis que se está viviendo habrá que tener presente también esa
actitud. Casi el 60% de la población española está convencida de que la
crisis actual afectará negativamente el futuro económico y social de los
menores, y que el 53% está convencido que sus hijos tendrán una menor
protección social en el futuro (según los datos de la Obra Social Caja
Madrid). Así que habrá que preparar, fortalecer y dar instrumentos al
niño para que pueda hacer frente a situaciones estresantes.
Tomado del diario La Vanguardia de España
Para consultar articulo original dar click: www.lavanguardia.com
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