Un artículo publicado en la Revista Diversitas, en
el 2009 por Natalia Esparza y María Clara Rodríguez de la Universidad de la
Sabana, dio a conocer un estudio acerca de los factores del contexto que juegan
un rol importante en los estados de ansiedad y depresión en niños escolarizados
entre 6 y 11 años de edad.
Para la investigación aplicaron la Escala Multidimensional
de la Conducta de Reynolds & Kamphaus (1992), que evalúa problemas
emocionales y de conducta y una Lista de Chequeo de Estresores (Jiménez &
Castro, 2006), que incluye Ambiente Físico, Relaciones Sociales, Exigencias
Académicas y Entrevista de Evaluación y Caracterización.
En su revisión teórica Esparza y Rodríguez (2009) refieren:
Un estudio llevado a cabo con población infantil escolarizada del oriente antioqueño, en donde
se encontró que la prevalencia de síntomas de depresión infantil fue de 25,2%
(Vinaccia, 2006); así mismo otro estudio realizado por Rivas, Vásquez y Pérez (1995), en cuanto a
ansiedad, evidencio un prevalencia de la ansiedad reportada por los maestros
fue del 21,2% y del 26,5% para el caso de la depresión en la población
infantil. Lo más importante de rescatar en esta situación es que el psicólogo
clínico debe afrontar desde las estrategias de evaluación e intervención, la
posibilidad de estar frente a la comorbilidad, aspecto que será discutido más adelante.
Por su parte, Acero y Vásquez (2007) encontraron
que aproximadamente el 20% de los niños y de los adolescentes en el mundo
presentan un problema psicológico que afecta el bienestar y el desarrollo. Los autores
especifican que las problemáticas más comunes son los trastornos de
aprendizaje, por déficit de atención con hiperactividad, la depresión.
Las autoras anotaron que esta tendencia ha sido
confirmada por el estudio de salud mental, llevado a cabo por el Ministerio de
Protección Social (2003), en el cual los trastornos de aparición más temprana
son los trastornos de ansiedad y los problemas de conducta. Asimismo, el
estudio reveló que los trastornos más comunes fueron los trastornos de ansiedad
con una prevalencia del 19,3%, los trastornos del estado de ánimo 15% y los
trastornos de uso de sustancias psicoactivas (10,6%). Lo anterior da cuenta de la relevancia que adquiere el
diagnóstico temprano en la vida de los niños, ya que es posible que éste se
convierta en determinante de su estado psicológico futuro.
Específicamente, se reporta que para el caso de los
trastornos de ansiedad, su aparición ocurre entre los seis y los veinticuatro años de
edad, dependiendo del trastorno específico (Ministerio de Protección Social,
2003).
De acuerdo a Rodríguez y Martínez (2001), los niños
ansiosos con frecuencia presentan excesivos pensamientos negativos y
catastrofización que afectan el desempeño cotidiano. Además, a nivel social,
los autores manifiestan que los niños pueden presentar dificultades en la
relación con pares y que sus compañeros pueden percibirlos como tímidos y
aislados. Además, mencionan la posibilidad de presentar problemas escolares
entre los cuales se destacan el rechazo escolar, el temor ante los exámenes y
bajo rendimiento académico. Según el estudio, llevado a cabo por Jacques y Mash
(2004), los niños con ansiedad tienden a preocuparse más por el futuro, por su
bienestar y por las reacciones de otras personas.
En cuanto a depresión, aunque aun se debate la
presencia de esta en la niñez, de acuerdo al estudio realizado por Vinaccia et
al. (2006), se encontró en un 25,2% de los niños, síntomas tales como estado de
ánimo negativo, anhedonia (incapacidad para experimentar placer, la pérdida de
interés o satisfacción en casi todas las actividades), percepción de
ineficiencia, problemas interpersonales y autoestima negativa. Asimismo, el
estudio revela que existe una gran desmotivación por los contactos sociales, lo
que genera disminución del refuerzo positivo en los niños, acompañado de un
alto grado de sufrimiento subjetivo.
Lo anterior ha sido corroborado en otras
investigaciones en las cuales se plantea que la depresión infantil lleva a
manifestaciones de irritabilidad, dificultades de aprendizaje, inseguridad,
resistencia al juego, inasistencia a clases y, en general, problemas de
comportamiento que se hacen evidentes en los diversos contextos del niño como el
hogar y la escuela (Buela, Carretero & De los Santos, 2001; Navarro, 2004).
En el estudio realizado por Esparza y Rodríguez (2009)
142 de 254 niños presentan indicadores de ansiedad, lo cual señala una
prevalencia del 55,9% dentro de la población infantil del presente estudio. La
conceptualización de la ansiedad de la cual partieron los docentes incluyó:
estar nervioso, con miedo y preocupado por problemas reales o imaginarios. Y se
reportaron 132 casos con indicadores de depresión, lo cual señala una
prevalencia del 52%. Para los docentes, los sentimientos de tristeza,
infelicidad y estrés que pueden resultar en la incapacidad de llevar a cabo
actividades cotidianas sirvieron de marco para esta evaluación. Donde el 39,8%
de los casos se presenta la comorbilidad (ansiedad y depresión).
Dentro de los factores estresores evaluados en el
estudio, se observo que los estresores por exigencia académica constituyen la
variable que mejor explica la presencia de ansiedad en la población infantil. Y
los estresores en las relaciones con pares y conflictos con otros son las
variables que mejor predicen la presentación de depresión en los niños.
Para consultar el articulo original ir a: Factores contextuales del desarrollo infantil y su relación con los estados de ansiedad y depresión
Referencia:
Esparza, N. y Rodríguez, M. (2009). Factores contextuales del desarrollo infantil y su
relación con los estados de ansiedad y depresión. REVISTA DIVERSITAS - PERSPECTIVAS EN PSICOLOGÍA - Vol. 5, No 1, 2009
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