Es relevante tener en cuenta que la educación es un proceso de interacción comunicativa;
el proceso de enseñanza-aprendizaje es básicamente una interacción entre el/la
niño/a y el/la profesor/a o de los iguales entre sí. La educación es una
actividad que no puede darse al margen de unas relaciones interpersonales
estructuradas, por lo que con razón se habla de interacción educativa (Báez y
Jiménez, 1994).
Estos
aspectos llaman poderosamente nuestra atención, ya que tradicionalmente, la
escuela ha considerado la interacción entre iguales como un fenómeno casi
indeseable que distorsionaba el orden y la buena marcha de la clase. Así, por
ejemplo, la distribución espacial y del mobiliario en las aulas, que todavía
hoy en día permanece en muchos contextos escolares, suele estar pensada más
para evitar la comunicación entre los alumnos y alumnas que para favorecer y
estructurar su interacción.
Ampliando
más este punto de mira, hemos de señalar que en el contexto escolar no se
ignoran y olvidan solamente las relaciones interpersonales, sino otros aspectos
muy relevantes como personalidad, emociones y afectos, autoconcepto, entre
otros, incluidos en constructos denominados como competencia personal y social,
dimensión socioafectiva y/o inteligencia emocional (Goleman, 1996; Goñi, 1996).
Ocurre
que el funcionamiento cognitivo ha ocupado la atención investigadora y aplicada
durante décadas y, en general, conocemos mucho mejor las características
cognitivas que las de personalidad o las
interpersonales de las niñas y niños. Afortunadamente, muchos esfuerzos de la
investigación actual se dirigen a la diversidad de necesidades evolutivas básicas
de la infancia, como son las físico-biológicas, cognitivas y emocionales y
sociales (seguridad emocional, identidad personal y autoestima, red de
relaciones sociales, participación y autonomía progresiva, sexuales,
interacción lúdica…) (López, 1995).
En
este amplio marco general se encuadra el presente trabajo que se plantea
incluir, en el currículo de Educación Infantil y Primaria, las habilidades
sociales como área relacionada con la enseñanza de temas transversales y
valores. Nuestro reto es conjugar las orientaciones y los hallazgos de la investigación en este área (principalmente los
trabajos realizados en nuestro país), con la práctica educativa cotidiana de un
centro escolar. Todo ello surge en respuesta a una necesidad al constatar
problemas
de relación interpersonal en el alumnado de nuestro centro y dificultades de
interacción con y entre las familias, siendo la razón última nuestro empeño en
contribuir a la mejora de la enseñanza y a una educación de calidad. Nos
empujan y animan las conclusiones extraídas de la revisión bibliográfica
efectuada y nuestra propia experiencia en investigaciones anteriores en el tema
(Monjas, 1986, 1992; Verdugo, Monjas y Arias, 1992;Verdugo, 1989; 1997).
Nuestro punto de
partida, fruto de reflexiones, debates e intercambios se basa en las siguientes
consideraciones:
- La enseñanza de las habilidades sociales a los alumnos es una competencia y responsabilidad clara de la escuela como institución, junto a la familia y en coordinación con ella. La escuela es una importante institución de socialización proveedora de comportamientos y actitudes sociales; el aula, el colegio, es el contexto social en el que los niños pasan gran parte de su tiempo relacionándose entre sí y con los adultos, de forma que se convierte en uno de los entornos más relevantes para su desarrollo social y, por tanto, para potenciar y enseñar habilidades sociales al alumnado.
- Las habilidades sociales se han de enseñar directa y sistemáticamente, lo que implica incluirlas en el currículum escolar ordinario, delimitando un tiempo en el horario y diseñando actividades didácticas a realizar para la consecución de los objetivos propuestos y otros aspectos que serán comentados más detenidamente a lo largo de este trabajo.
Tomado de:
Casares, M., & Gonzales, B. (1998). Las Habilidades Sociales en el Curriculum. Ministerio de Educación y Cultura, Colombia.
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